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martes, 9 de octubre de 2012

Miedo a lo que le puede pasar al ambiente



Margarita Marín
(9 de Oct. de 2012)

La flora en todo su esplendor y la fauna con todo su encanto son imágenes que llegan a nuestras mentes cuando consideramos el tema ambiental. En ocasiones, solo pensamos en él para las vacaciones o cuando las condiciones diarias están alteradas respecto a las costumbres en sitio y lugar preciso. Si reflexionamos un poco sobre el futuro, el panorama se torna nebuloso y la primera idea es miedo por lo que le puede pasar al medio ambiente, cuando no indiferencia sobre lo que se avecine.
Algunos cuando piensan en lo aterrador pueden recordar el documental “una verdad inconveniente” o “una verdad incómoda”. Otros, simplemente consideran que este los induce a pensar negativamente porque allí se juntan hechos y predicciones aterradoras. Más allá de eso, debemos ser conscientes de que medio ambiente, ecología o naturaleza son términos que “implican una construcción social que se transforma todo el tiempo” (Ulloa et ál, 2002, 139). Claro, esto no mitiga la percepción, por el contrario la hace evidente y al mismo tiempo nos involucra en presente sobre el futuro.
De manera precisa, un análisis relacional de nuestro entorno y lo que hacemos como Homo Sapiens, como seres humanos, puede llevarnos a eternos debates tanto desde la óptica de las ciencias naturales como desde las ciencias sociales. Sea desde una óptica o desde la otra, debemos tomar decisiones cuando del sistema productivo se trata, puesto que la investigación y el desarrollo (I+D) ó la investigación, el desarrollo y la innovación (I+D+I) son los que nos permiten avanzar.
Aquí surge otro problema ¿qué se entiende por desarrollo? Bueno, la respuesta a esta pregunta tiene tantas aristas como teorías sean consideradas. Lo que nos ha enseñado Kalmanovitz es que “las organizaciones sociales y los cambios históricos van construyendo una senda de desarrollo económico que depende en gran medida del pasado” (Téllez y Cubillos, 2009, 229). Luego, se desprende la importancia de este agente social y político que se auto-organiza, voluntariamente y sin ánimo de lucro para “meditar, comentar y negociar” (Kaldor). Mucho más cuando Bailey (Ulloa et ál, 2002, 152) señala que las organizaciones no gubernamentales crean propuestas alternativas de desarrollo ambiental e incluso logran influir en la reconfiguración de políticas ambientales.
Una evidencia cercana, puede situarse en Acre, Brasil y esa gran transformación que lideró Chico Méndes: considerar que era posible el desarrollo sustentable, para poder vivir de la selva sin arrasar con ella. Él llegó a las instancias nacionales y pasó las fronteras con la propuesta de Reservas Extractivas para recolectores de caucho (hoy, solo en Brasil, se extienden a un tamaño como el de Portugal), en 1987 llegó a la ONU, que le reconoció su trabajo y lo apoyó, pero al año siguiente los terratenientes que buscaban arrasar la selva lo asesinaron. Violencia que se ha ejercido en otros sitios contra grupos étnicos que buscan proteger sus territorios de la gran minería, la exploración petrolera, las grandes obras de infraestructura, entre otros, como sucedió con los Uwas quienes, en un momento crítico, ofrecieron terminar con sus vidas, de insistirse en la exploración en lo que para ellos es la tierra de sus ancestros.
Hoy, con la locomotora que ha echado a andar el Gobierno Nacional, se acrecienta el conflicto y se exigen alternativas más creativas para abordar este tipo de debates, pero no es una situación exclusiva de Colombia. Casi que en todo el territorio latinoamericano, donde el neoextractivismo toma fuerza como tema-problema y, de manera directa, se relaciona con otra gran preocupación: el calentamiento global, también esta en la agenda internacional. Y querámoslo o no, los activistas ambientalistas nos han enseñado que todos unidos y cada uno podemos hacer algo en lo local y tendrá impacto en lo global. La pregunta es quedarse con el miedo al ambiente del futuro? O será mejor construir el futuro ambiental!