En esta oportunidad, tenemos un comentario de un invitado, quien hace una lectura de la movilización que se dio en el país en el día de la conmemoración del Bogotazo. Para algunos analistas unió al país, para otros no. Para algunos incide en el proceso que tiene lugar en La Habana, pero para otros la lectura es diferente. Como quiera que sea, fue una marcha armónica, diferente y al unísono se pidió democracia, justicia y paz. Una vez más está claro que la sociedad civil sin ser homogénea se relaciona de diversas maneras con los otros actores (políticos, económicos, etc.) y que las acciones colectivas no son sinónimo de violencia. Es más, hoy se unen expresiones artísticas y hay alternativas pacíficas y motivan el diálogo. Aún así, la calle sigue siendo el escenario de expresión de la opinión pública y la sociedad civil se organiza para incidir con argumentos.
El invitado es: Pío García (Universidad Externado de Colombia)
El 9 de abril de
1948, al mediodía, Roa desenfundó la pistola y materializó el plan asesino. Su
disparó acabó con Gaitán (Jorge Eliécer Gaitán) y le negó a tres generaciones la opción de convenir
reformas políticas. 65 años después, el 9 de abril de 2013, el Tribuno del Pueblo puede descansar tranquilo en su tumba. Su sacrificio no fue en vano;
resucitado como Ave Fénix, el objetivo modernizador vuelve agitarse en manos de
sus herederos. La negra Piedad (Piedad Córdoba) y cientos de organizaciones políticas le dieron
el espaldarazo final a la salida concertada para la renovación política y social
colombiana del conflicto que exige la guerrilla en La Habana. Para quienes se
quejaban de que el proceso carecía de pueblo, el pueblo apareció, porque hay y
de sobra ... en todos los rincones del país. La manifestación fue impactante e
histórica; y la Bogotá que vio caer a Gaitán es la misma ciudad que se encargó
de rescatarlo. Si la multitudinaria marcha uribista del 2008 significó la
movilización de la ignominia de una masa adoctrinada por la retórica
oficialista, la de este martes (9 de abril de 2013) representó el quiebre definitivo entre el país
feudal y el moderno.
Esta movilización
decantó las aguas turbias. Ahora queda en claro cuáles son las fuerzas
reformistas y cuáles los círculos retardatarios y sanguinarios. Las fuerzas
perdedoras tienen nombre propio y son las que persisten en el modelo rentista del
latifundio con los medios de control paramilitar; ellas quieren regresar al país
feudal del siglo XVIII de los señores hacendados armados con sus servidumbres
sometidas a la fuerza. El país moderno es urbano, acepta el monopolio estatal de
la fuerza, se entronca con el mundo e implanta programas económicos y políticos
de una manera civilizada. En el bando reformista está ahora la izquierda
consecuente, el centro y la derecha negociadora (la élite metropolitana aliada
del capital transnacional –léase: Santos). El bando ganador es amplio –como
puede apreciarse-, porque tiene los que deben estar: los verdaderos dueños del
país (las famosas familias más poderosas) y sus opositores: la guerrilla. Ellos
negocian ahora, y esperamos que pronto firmen los acuerdos que le han poner fin
a la guerra civil. Bogotá, con la quinta parte de la población nacional marcó la
pauta y eso lo dice todo: su liderazgo permeará al resto del
país.
Qué viene? Buenas y
malas noticias. Viene la modernidad, la política del discurso público y no del
fusil. Pero, las fuerzas pre-modernas no son unas pintadas en la pared: tienen
plata, munición, buenos tiradores, aliados en el ejército y una inquina
suficiente como para mandar quebrar todavía a muchos dirigentes. No tuvieron
asco en acabar con la Unión Patriótica) UP y no van a pararse en consideraciones para meterles
terror a los reformistas. Sin embargo, la suerte está echada y los cambios son
irreversibles, empezando por la reforma agraria. Después, las fuerzas se
polarizarán en la discusión sobre el modelo económico, las reformas sociales y
la necesaria disminución del aparato militar del Estado, tal vez con Santos
reelegido (parte del precio a pagar por la paz). Algunos, incluido el ex
presidente latifundista, tendrán que pagar por los 100 mil muertos de los
paramilitares en su reinado de 25 años. Pondremos todavía muchos muertos de toda
laya, proletos, campesinos y personajes insignes, porque Piedad, Petro (Gustavo Petro) y el
mismo Santos van a estar todo el tiempo en la mira de la “mano oscura”. Pero,
con toda esa sangre de por medio para Colombia ingresar a la modernidad será
inevitable.