María
Paula Gil Barrera
IX
Semestre
Gobierno
y Relaciones Internacionales
Programa
de Voluntariado FIGRI
Durante este semestre fui voluntaria en la Cruz Roja
Colombiana, escogí la institución por su larga trayectoria y renombre, su
reconocido papel en la construcción de tejido humano y social, pero sobre todo
por la labor que realiza promoviendo acciones de educación para la paz con
niños, jóvenes y adultos; sin duda alguna sentí que en este lugar había una
oportunidad hecha “a mi medida” para tener una experiencia de voluntariado.
Me vinculé a Zona Paz, una de las cuatro líneas de acción
humanitaria que tiene la Cruz Roja, y desde allí apoyé diversas actividades de
impacto comunitario y contribuí a la revisión de las metodologías de evaluación
de impactos implementadas por el grupo de trabajo. Por esta razón, puedo decir
que puse en práctica mis habilidades y conocimientos adquiridos durante la
carrera, pero también que aprendí con cada una de las experiencias del trabajo
hecho con la comunidad.
Respecto a este último punto, tuve la suerte de
participar en varios de los proyectos que tiene la zona, pero los dos que más
llamaron mi atención fueron Solferino (un hogar de paso para los desplazados de
la violencia) y el ejercicio de Tertulia Literaria (realizado en la cárcel de
La Picota, ubicada al sur de la ciudad). Cada una de ellas con beneficiarios
diferentes, pero con un objetivo común: favorecer la generación de comunidades
resilientes, a través de acciones que fomentan la paz.
En el hogar de paso, estas acciones consistían en
desarrollar unos talleres de dibujo con los niños que viven allí, con el fin de
que ellos expresaran sus deseos, sus amores y desamores, lo bueno de haber
llegado a Solferino y lo malo de haber dejado su tierra natal, pero sobre todo
para que nos contaran sus miedos sobre
el nuevo estilo de vida que estaban llevando. Estos talleres fueron la mejor
estrategia para que los niños expresaran lo que no podían explicar con
palabras, y la estrategia acertada para realizar un proceso de memoria
histórica.
Cada ocho días nos encontrábamos en este lugar con
historias de dolor, con ojillos traviesos y tristes a la vez, pero también descubrimos
sonrisas y almas soñadoras, a las cuales les permitimos desarrollar un proceso
de memoria y a las que les ofrecimos instrumentos que les permitan volver a creer
en la posibilidad de vivir en ambientes de respeto, tolerancia, solidaridad y
convivencia social. Los niños son lo mejor de este proyecto, son unos
maravillosos supervivientes y sin esperarlo aprendí mucho de ellos y de las
realidades que viven.
Por otra parte, el trabajo realizado en la cárcel
consistía en leer un cuento de Gabriel García Márquez y luego fomentar espacios
de diálogo con los participantes, donde ellos narraran sus historias de vida y
generaran una reflexión acerca de sus acciones y con base en el texto
trabajado. Aquí podían verse perspectivas diferentes, y lo que para uno parece
válido y lógico para ellos puede no serlo tanto, sin embargo la idea era
mostrarles alternativas que pueden contribuir a su desarrollo integral como
persona y para la vida en sociedad.
Para terminar, quiero decir que creo firmemente en que es
mejor prevenir la guerra y la violencia a tener que asumir sus consecuencias, creo
que la juventud juega un papel indispensable en este asunto y por ello
considero que la experiencia de voluntariado en la Cruz Roja, fue una excelente
oportunidad para contribuir a este fin.
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