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viernes, 16 de junio de 2017

Jóvenes voluntarios de la Cruz Roja

María Paula Gil Barrera
IX Semestre
Gobierno y Relaciones Internacionales
Programa de Voluntariado FIGRI

Durante este semestre fui voluntaria en la Cruz Roja Colombiana, escogí la institución por su larga trayectoria y renombre, su reconocido papel en la construcción de tejido humano y social, pero sobre todo por la labor que realiza promoviendo acciones de educación para la paz con niños, jóvenes y adultos; sin duda alguna sentí que en este lugar había una oportunidad hecha “a mi medida” para tener una experiencia de voluntariado.
Me vinculé a Zona Paz, una de las cuatro líneas de acción humanitaria que tiene la Cruz Roja, y desde allí apoyé diversas actividades de impacto comunitario y contribuí a la revisión de las metodologías de evaluación de impactos implementadas por el grupo de trabajo. Por esta razón, puedo decir que puse en práctica mis habilidades y conocimientos adquiridos durante la carrera, pero también que aprendí con cada una de las experiencias del trabajo hecho con la comunidad.
Respecto a este último punto, tuve la suerte de participar en varios de los proyectos que tiene la zona, pero los dos que más llamaron mi atención fueron Solferino (un hogar de paso para los desplazados de la violencia) y el ejercicio de Tertulia Literaria (realizado en la cárcel de La Picota, ubicada al sur de la ciudad). Cada una de ellas con beneficiarios diferentes, pero con un objetivo común: favorecer la generación de comunidades resilientes, a través de acciones que fomentan la paz. 
En el hogar de paso, estas acciones consistían en desarrollar unos talleres de dibujo con los niños que viven allí, con el fin de que ellos expresaran sus deseos, sus amores y desamores, lo bueno de haber llegado a Solferino y lo malo de haber dejado su tierra natal, pero sobre todo para que  nos contaran sus miedos sobre el nuevo estilo de vida que estaban llevando. Estos talleres fueron la mejor estrategia para que los niños expresaran lo que no podían explicar con palabras, y la estrategia acertada para realizar un proceso de memoria histórica.   
Cada ocho días nos encontrábamos en este lugar con historias de dolor, con ojillos traviesos y tristes a la vez, pero también descubrimos sonrisas y almas soñadoras, a las cuales les permitimos desarrollar un proceso de memoria y a las que les ofrecimos instrumentos que les permitan volver a creer en la posibilidad de vivir en ambientes de respeto, tolerancia, solidaridad y convivencia social. Los niños son lo mejor de este proyecto, son unos maravillosos supervivientes y sin esperarlo aprendí mucho de ellos y de las realidades que viven.
Por otra parte, el trabajo realizado en la cárcel consistía en leer un cuento de Gabriel García Márquez y luego fomentar espacios de diálogo con los participantes, donde ellos narraran sus historias de vida y generaran una reflexión acerca de sus acciones y con base en el texto trabajado. Aquí podían verse perspectivas diferentes, y lo que para uno parece válido y lógico para ellos puede no serlo tanto, sin embargo la idea era mostrarles alternativas que pueden contribuir a su desarrollo integral como persona y para la vida en sociedad.
Para terminar, quiero decir que creo firmemente en que es mejor prevenir la guerra y la violencia a tener que asumir sus consecuencias, creo que la juventud juega un papel indispensable en este asunto y por ello considero que la experiencia de voluntariado en la Cruz Roja, fue una excelente oportunidad para contribuir a este fin.
 



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